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Mision especial: La estrella de siete puntas (9)

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AndieGrem's avatar
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Capítulo 9: La semilla de Gavrel


Las tres magas alzaron la cabeza, totalmente sorprendidas. Nunca llegaron a imaginarse que todo aquello se debía a una minucia y estupidez como aquella.

—Sabemos que los habéis leído. Y ya que habéis cometido la irresponsabilidad de destruirlo, necesitamos los nombres que había apuntados.

—Ahí había casi ocho mil nombres, ¿de verdad esperas que recordemos todos y cada uno de ellos?

—Y-Y aunque los re-recordáramos… ¡Ja-Jamás os diríamos una p-palabra!

El moreno alzó una ceja mientras le echaba un vistazo a Joyce. Parecía tan… Vulnerable a todo. Era pequeña, seguramente la menor de las tres, y tenía una apariencia bastante debilucha. No solo por su tímida forma de ser. Apenas intervenía si no era respaldada por sus amigas, no se encaraba como las otras dos, y, sobre todo, era su forma de mirar. Siempre desviaba la mirada, y la mantenía oculta tras aquellas redondas gafas.

Tal vez ella podía ser su billete de ida al triunfo.

El chico esbozó la mejor de sus sonrisas.

—Por favor, disculpad mi rudeza de antes. Os he estado investigando un poco, ¿sabéis, chicas? Y me ha sorprendido gratamente lo que he encontrado. ¿Tú lo sabías, Sergei? Resulta que esta chica de aquí es, ni más ni menos, que la nieta de Makarov Dreyar, uno de los diez magos santos y maestro del gremio más poderoso de Fiore: Fairy Tail.

Freya alzó la cabeza y miró a Gavrel sin abrir la boca. Tenía un poco de asco en su mirada, todavía albergaba ira en su fuero interno. Sentía que, con aquellas palabras, se estaba burlando de ella.

—He oído habla mucho y muy bien de ti, Freya Dreyar— continuó Gavrel ladeando la cabeza—. Es un placer tenerte en mi humilde morada.

—Muérete— espetó la maga.

Gavrel soltó una risotada, y acto seguido se dirigió hacia Naila.

—Y tú— señaló a la chica—. Vaya, ¿cómo no he podido reconocerte antes? Tú eres Naila Gallagher. Conocí a tu hermana, ¿sabes? Pobre…— negó con la cabeza con lo que parecía ser un atisbo de lástima—. Tal vez no te suene por su nombre de pila, Sergei— el aludido escuchaba atentamente, aunque sabía que se refería hacia él al hablar para hacer enfadar a las chicas. Y lo estaba consiguiendo—. ¡Esta chica es la famosa “no maga”! ¡La misma que estuvo metida durante cuatro años en un gremio de magos sin tener magia! Trajiste de cabeza al consejo, Naila. Sí… Oí hablar sobre ti aunque… ¿Tal vez prefieres que te llamen… Anubis?

—¡¡Ni se te ocurra llamarme así!! — exclamó Naila revolviéndose como un salmón fuera del mar.

Realmente odiaba que la llamaran así. Se lo inventó Laxus para hacerle de rabiar, y finalmente todo el mundo empezaba a conocerla de aquella forma.

Dejó a Naila profiriendo quejas, y se aproximó con pasos lentos hacia Joyce. La miró directamente a los ojos, y le puso un dedo en la barbilla, alzándole el rostro para que se prendiera de su mirada celeste.

—Y tú… ¿Quién eres, pequeña? No he conseguido dato alguno sobre ti… ¿Cómo puede ser?

Joyce tragó saliva al sentir el fresco aroma del joven tan cerca de ella. A corta distancia solo se le antojaba más atractivo.

—No debes llevar mucho tiempo en el gremio, puesto que no has participado en ningún destrozo masivo como tus dos amigas. Tu nombre era Joyce, ¿verdad? Una chica de quince años que viene de una granja. Apasionante— bromeó Gavrel.

Aquello le produjo una pequeña punzada en el corazón a Joyce. Odiaba que se rieran de sus raíces, puesto que bien orgullosa estaba de ellas.

—¿Eres alguna especie de stalker pervertido?— espetó Naila de forma sarcástica al ver que se había informado bien sobre ellas.

Gavrel soltó una pequeña risita, divertido. Pero los comentarios mordaces de Naila no iban a frustrar sus planes. Debía conseguir lo que quería, y solo había una forma de hacerlo.

Volvió a mirar a Joyce, y la vio temblar. Era ahora o nunca.

­—¿Por qué tiemblas, Joyce? ¿Tienes miedo?— la voz de Gavrel había adquirido un tono de preocupación muy convincente—. No… Las princesas como tú no deben tener miedo.

—¿P-Princesa…?— enrojeció la chica por momentos.

—Quieres irte a casa, ¿verdad?— le preguntó este entornando los ojos y una sonrisa melancólica. Le acarició el pómulo y colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. Esta asintió—. Voy a dejarte ir, Joyce.

La chica miró a Gavrel perpleja.

—Pero necesito algo a cambio…

—Y-Yo… No he… N-No sé los nombres que aparecían…

—Y te creo, Joyce. De verdad te creo. Pero entiéndelo… Necesito un nombre. Uno solamente. Seguro que eres capaz de recordar uno. Piénsalo, Joyce. Un solo nombre, podría tratarse de un ladrón, un violador de niños, un asesino,… Alguien que no es merecedor de la libertad que tú careces… Si me dices un solo nombre, te liberaré. Podrás volver a tu casa, a tu hogar, con tu familia, tus amigos, tu gremio, y aquel chico del que estas enamorada,…

Joyce se dejó engatusar por las palabras de Gavrel y sus hipnóticos ojos azul brillante. Su tono seductor y profundo se introducía por sus oídos de forma melodiosa. Sabía que estaba diciendo la verdad. Sabía que si le decía un solo nombre, un nombre de alguien que probablemente fuera una mala persona, él la liberaría. Podría marcharse de allí. No tendría que aguantar más el dolor de sus amigas ni el suyo propio. Volvería al calor de su hogar. Junto a Loke.

No obstante, en aquellos momentos de excitación, al sentir su corazón golpear su pecho con insistencia y apremio, un único nombre se le venía a la mente. Un nombre de alguien a quien no conocía. Alguien que probablemente nunca tuviera influencia en su vida y a cambio ella podría seguir viviendo como hasta ahora.

Un nombre. Mikael Reuss. Ese chico al que Naila conocía, pero que ella misma alegó que no era amigo suyo. Incluso dijo que a Laxus no le caía bien. Eso era porque debía ser una mala persona.

Si lo delataba a él, ella podría irse. Era por mera supervivencia.

La joven abrió la boca dispuesta a darle aquel ansiado nombre a su captor, pero instintivamente le echó una mirada de soslayo a Naila. Y fue cuando se le encogió el corazón.

Su amiga la miraba con los ojos vidriosos y el rostro desolado, suplicándole que no lo dijera. Le negó con la cabeza, tratando de hacerle ver que si decía aquel nombre, si le ocurría algo a Mikael, sería peor que si se lo hacían a ella misma.

—Por favor…— musitó Naila imperceptiblemente.

Joyce no podía apartar la mirada de su amiga, totalmente descolocada. ¿Por qué era tan importante aquel chico? ¿Acaso valía más su vida que la de ellas? Pero en ese instante Joyce despertó de su shock. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿De verdad había estado dispuesta a vender la vida de una persona por salvarse a sí misma? ¿Cómo demonios había podido llegar a pensar algo tan atroz como aquello? No. Jamás vendería la vida de una persona, y mucho menos por fines egoístas. Eso no era propio de ella.

La joven maga se encaró a él.

—No sé nada— respondió con decisión.

Gavrel se retiró de Joyce apretando los labios y con los ojos entrecerrados. Parecía ser que no había funcionado. En aquel instante, Gavrel golpeó con fuerza la pared a escasos centímetros del rostro de Joyce, a lo cual ella respondió encogiéndose de miedo.

—Dime el jodido nombre, puta niñata.

—Y-Yo… Sé uno.

Todos se sorprendieron al escuchar a Freya hablar. Naila y Joyce alzaron la mirada con los ojos como platos. Pero la chica no las miraba. Tenía la vista clavada en Gavrel. Este la miraba intensamente, esperando que de sus labios saliera de una vez un nombre. Uno solo era suficiente.

—¿Cuál?

—Gavrel hijodeputa.

Joyce y Naila sonrieron para sí mismas, aliviadas de que Freya no hubiese cometido el mismo error que esta primera había estado dispuesta a cometer. Pero en aquel momento escucharon a Gavrel empezando a reírse, hasta que se carcajeó de forma estridente mientras daba palmadas.

—Esa ha sido muy buena, sí señor. Parece ser que los Dreyar también tienen sentido del humor y no son solo unos sucios traidores narcisistas.

Aquella referencia a su padre, dejó a Freya paralizada. Aquel siempre fue un tema que a la chica no le gustaba tocar, pero que Gavrel sabía cómo utilizar para anular psicológicamente a la muchacha.

Observó los rostros compungidos de sus rehenes, pero, a diferencia de Juri a quien aquello solo le subía más la moral, a Gavrel en el fondo le hacía sentirse mal. Tal vez se había pasado de la raya con ellas. Pero tenía que saber aquellos nombres. Si averiguaba uno, solo uno, a raíz de ese nombre podría volver a escribir la lista de los lirios de Ostara.

Pero era cierto que ellas no merecían estar allí tal y como los gemelos le alegaron minutos atrás, cuando Feliks confesó lo que estaban a punto de hacer, antes de la paliza que Gavrel les dio por su traición.

—No puedo permitir que salgáis de aquí sin que me deis un nombre.

—¿Por qué tanta ansia por un nombre?— musitó Naila—. Ya lleváis dos semanas sin matar, podéis estar un tiempo más. No sé, toda la vida, por ejemplo.

Gavrel resopló.

—Vosotras jamás llegaríais a entenderlo.

—Porque no somos monstruos— aportó Freya.

—¿Me llamáis monstruo? Vosotras actuáis de la forma que creéis justa, y yo hago lo mismo. Sois demasiado inocentes, no tenéis ni idea de las atrocidades que os depara este mundo fuera de las cuatro paredes de vuestra habitación. Pensáis que en el mundo solo existe la gente buena y la mala. Pero no. No habéis vivido lo que he vivido yo. No tenéis ni idea de lo que es la dualidad de la objetividad. ¿Salvar una vida está bien y quitarla mal? ¿Un médico que salva a una persona es una buena acción? ¿Qué hay si esa persona realmente quería morir? ¿Qué hay de bueno en eso si el médico solo lo hace por ganar dinero y sentirse mejor consigo mismo? Eso es egoísmo.

—Una muerte siempre es algo malvado— opinó Joyce.

—¿Y qué es la maldad? ¿Matar? ¿Morir? ¿Por qué? Puede que tú, chica de campo con una familia perfecta, no hayas tenido que preguntarte esto nunca. Pero me apuesto el cuello a que tus amigas no lo piensan así.

Joyce se sobresaltó, y miró a sus amigas. Las dos habían agachado la mirada. Sabía que ambas habían tenido que pasar por serios traumas, y con las palabras de Gavrel solo comenzaron a revolverse en sus cabezas.

—Nadie tiene la vida que le hubiera gustado, pero unos nos vemos obligados a vivir cosas que ni por asomo podrías imaginarte.

—T-Todo el mundo sufre e-en esta vida…

—Oh, ¿tú crees? Quiero que pienses en cual ha sido tu mayor trauma en toda tu vida. No hace falta que me lo digas. Sólo piénsalo. Y cuando escuches mi historia, entonces me explicas si mi punto de vista es objetivo o no.

La muchacha se perdió en el azul celeste de los ojos de Gavrel, dejando que sus palabras atravesaran su cabeza y todos los recuerdos comenzaron a inundar su mente. Recuerdos que creyó haber olvidado. Que debía haber olvidado. Se vio a sí misma, con siete años, en una esquina de su habitación, a oscuras, acuclillada y con las manos tapándose fuertemente los oídos. Trataba de amainar los fuertes gritos de su familia, echándose en cara todas las pestes que la muerte de su recién fallecido y querido abuelo dejaron escapar.

Desde aquel incidente su familia se quedó sola. Ellos cinco. Nadie quería saber nada de ellos y ellos tampoco de los demás. Pero poco a poco se fueron marchando del apacible hogar de los Kent. Primero Jarrod. Después Kate. Y Joyce se vio sola. Sin sus hermanos para que la protegieran y le dieran esa seguridad en sí misma que ella necesitaba.

De ahí el por qué de su baja autoestima. Pensaba que, hiciera lo que fuese, todo el mundo iba a abandonarla.

No obstante, las imágenes que visitaron la cabeza de Joyce pronto se disiparon al escuchar a Gavrel hablar.

—Mi historia se remonta veintiún años atrás. Yo todavía no había nacido, llevaba seis meses en el útero de mi madre. Una noche, unos atracadores se llevaron a mi hermana de dos años. Sí. Los ladrones de niños de los que Felipe os habrá hablado. A mis padres no los mataron, mi padre consiguió defendernos bien, por eso tal vez es a la única persona a la que guardo un poco de lealtad. Pero cuando yo nací, mi madre murió en el parto. Durante diez años, mi vida parecía la de un nómada. Íbamos de un pueblo a otro recorriendo todo Fiore en busca de mi hermana mayor. Katya. Sin desistir. Sin mirar atrás. El solo recuerdo de una fotografía suya con dos años era lo único que nos daba las fuerzas necesarias para seguir adelante.

Gavrel se detuvo unos instantes. Lo que venía ahora no era para nada agradable de recordar.

—¿Eso es todo?— cuestionó Naila.

—¿Esa es la razón por la que matas? ¿Por qué secuestraron a tu hermana?— opinó Freya.

—¡¿Y tú hablas de traumas?!—inquirió ofendida Joyce, pensando que por su culpa había tenido que recordar un suceso que debió eliminar de su mente hacía mucho.

Este miró a las tres. Eran demasiado impacientes. Soltó una risotada irónica y apartó la mirada. Mas no contestó.

—Hallamos a Katya en esta misma ciudad. Había sido vendida como esclava a un viejo multimillonario que vivía en las afueras. Tuvimos que pagar 20,000,000 de jewels por ella. Porque no quería deshacerse de Katya. Y no fue hasta después de varios años que averigüé por qué. Cuando la llevamos a casa, Katya se encerró en su habitación, y no volvió a salir nunca de allí. Nunca la escuché hablar. No tengo siquiera el recuerdo de su voz. Le llevábamos la comida al cuarto. En siete meses, no salió de esas cuatro paredes. La encontraba siempre sentada frente a la ventana, mirando a través de ella. Nunca sonreía. Lloraba por las noches y en ocasiones me dejaba abrazarla. Hasta hace poco no fui consciente del por qué de su comportamiento. En aquellos ocho años desde que le arrebataron de los brazos de mis padres, Katya vio y vivió las mayores atrocidades que una niña de doce años jamás debería padecer en sus propias carnes.

Las tres magas enmudecieron al instante. Tragaron saliva al compás, creyendo que habían metido la pata al juzgar tan tempranamente a Gavrel en todo aquel asunto. Sin embargo, todavía quedaba mucho más.

—Katya significa ‘pura’, ‘pureza’, ¿sabíais? Pues ella ya no lo estaba. La mancillaron. En repetidas ocasiones. Hicieron con ella lo que quisieron, la denigraron hasta que perdió hasta el más mínimo atisbo de amor propio. Katya se odiaba a sí misma. Se daba asco. Las últimas semanas, sus lloros pasaron a convertirse en gritos. Le gritaba a mi padre, suplicándole que le matara. Aunque yo jamás lo llegué a escuchar. Y entonces llegó su primer intento. Saltó por la ventana, y se quebró cinco huesos. Su segundo intento. Rompió el espejo de su habitación y se cortó las venas, casi se desangra. Su tercer intento. Trató de ahorcarse con un cinturón. Los días posteriores Katya vivió amarrada de pies y manos a la cama. Hasta el día de mi onceavo cumpleaños. Madrugué porque quería ver amanecer con ella. Ya que ella no se quería, yo la quería por los dos. Pero al entrar en su habitación, ya fue demasiado tarde. Se tragó su propia lengua, y se asfixió, consiguiendo lo que había estado intentado hacer durante siete meses desde que la encontramos. Ahora está en un lugar mejor. Sin esos recuerdos que le atormentan. Sin ese cuerpo sucio y mancillado que tanto llegó a odiar. Con un alma pura. Como su nombre.

Gavrel enmudeció. Había pensado en aquella historia tantas veces que ya apenas le afectaba el recordarlo. Tal vez se había hecho inmune a ella, o tal vez se negó a sí mismo el derramar una sola lágrima más por Katya, sabiendo que ella ahora era feliz.

El joven se giró, dejando a las tres chicas totalmente anonadadas. Obviamente ninguna de las tres tuvo que pasar por algo ni de lejos parecido a lo que Gavrel soportó y aún soportaba. Eso lo explicaba absolutamente todo. Se castigaba a sí mismo por no haber sido capaz de matar a su hermana cuando ella lo pedía. Fueron egoístas, puesto que Katya no quería seguir soportando aquellos recuerdos que no le dejaban vivir. La agonía de aquellos siete meses fue aún peor que el haberse suicidado.

Eso era a lo que Gavrel se refería.

¿Por qué cuando una persona quiere morir no se le permite hacerlo? ¿Por qué se le toma por loca y se le encierra para que no se haga daño? Aquello solo alargaba su sufrimiento. Pero eso nadie era capaz de verlo.

El chico se dirigió hacia la puerta de salida sin añadir nada más. Sabía que aquello les haría pensar, y tal vez por la mañana se les ocurriría hablar tras meditar sobre lo explicado. Ahora, se ametrallarían la cabeza con pensamientos como “en un caso tan extremo como el de Katya no veo tan mal que se aplique el sacrificio”, y continuarán con sus cavilaciones hasta que su propia mente, por ellas solas, terminen por comprender la posición de Gavrel.

Les hizo un gesto con la cabeza a Juri y Arkady, ordenándoles que fueran con él. Y, antes de abandonar la estancia, dijo:

—Vigila que a nadie se le ocurra entrar o salir de esta celda, Sergei. Confío en ti.

El alto y bello joven asintió con la cabeza, y permaneció en el sitio cuando la puerta de la celda se cerró. Evaluó de una a otra a las chicas, pero estas, tal y como Gavrel predijo, estaban demasiado inmersas en lo que el muchacho les había relatado.

Pronto, la semilla de Gavrel, se esparciría como un germen por sus mentes.

 

***

 

La madrugada había entrado de lleno en la noche, y probablemente sería el único de los alrededores en permanecer despierto. Se encontraba apoyado sobre la puerta de la celda, de brazos cruzados, mirando por la pequeña ventana las altas estrellas del cielo tintinear como cascabeles. Si se giraba un poco hacia la derecha, podía admirar la luna llena.

Incluso las tres jóvenes magas se habían rendido al sueño y al cansancio. Las cadenas les permitían sentarse en el suelo. Aunque de forma incómoda, pudieron reposar algunas horas.

No obstante, se percató de repente de un tintineo que no provenía precisamente de las estrellas. Giró la cabeza hacia su izquierda, y vio a la maga de viento tiritar. Si tenía frío no le quedaba otra que aguantarse. Pero pronto se percató de que no era por esa razón.

Sus heridas. Estaban segregando una sustancia verduzca… Se le estaban infectando.

Sergei suspiró, y se arrodilló frente a Freya mientras la chica parecía dormir. No sabía por qué estaba a punto de hacer lo que iba a hacer. Posiblemente el hecho de que si sus heridas se infectaban podría llegar a enfermar o, aquella que comenzaba a ennegrecerse en su antebrazo podría hacer que lo perdiera. De este modo Gavrel se enfadaría enormemente al haber tocado a una de sus chicas y mandaría a Juri a una muerte segura.

Había escuchado varias veces la historia de Gavrel desde que llegó a los Seven Hydra, pero nunca tuvo tan claro como en ese momento el por qué tenía tanta estima en que no tocaran a una mujer, y mucho menos verlas sufrir.

Aunque tal vez, estaba a punto de hacer aquello porque su propia moralidad se lo ordenaba. Él era así. Al menos ahora lo era.

Un círculo mágico de tonos verdes esmeralda como sus ojos, apareció bajo sus pies, pero el resplandor despertó a Freya, la cual abrió los ojos a tiempo para ver lo que Sergei estaba a punto de hacer.

—¿Q-Qué haces…?

Este se colocó un dedo en los labios tratando de que no hablara para no despertar a sus amigas, y acto seguido, una ligera nube rosada rodeó su brazo derecho hasta agolparse de forma suave en su mano. Parecía tan grácil y bella aquella magia.

Instantes después, aquella ráfaga con olor a gardenias se introdujo por la herida más profunda de Freya, dejando su aroma en el aire, y provocándole una inmensa sensación de bienestar a la maga.

—¿Qué tipo de magia usas?— inquirió la chica sintiendo cómo se iba revitalizando poco a poco y las heridas dejaban de dolerle.

—Veneno.

Freya se echó hacia atrás instintivamente, golpeándose la espalda contra la pared, como queriendo alejarse de Sergei. ¡¿Acababa de introducirle veneno en el cuerpo?!

—Pero del mismo modo que sé crear sustancias tóxicas, he aprendido a hacer antídotos. No te exaltes. Esto cerrará tus heridas.

Este se sentó junto a Freya, y, tras unos minutos de espera, pudieron ver cómo las heridas de la joven empezaban a cerrarse frente a sus ojos.

La chica sonrió.

—Gracias, Sergei.

Este asintió, complacido.

—No pareces tan mal tipo al fin y al cabo.

—Encariñaros con vuestros secuestradores es lo peor que podéis hacer. Tiene un nombre.

—Síndrome de Estocolmo. Lo sé— sonrió la chica—. Pero no creo que este sea el caso.

—¿Y qué piensas que es?

Sergei permanecía con un tono de voz serio pero calmado. Parecía bastante sereno.

—Compasión.

—¿De ti hacia mí?

Ella asintió. En aquel instante, sintió un pequeño pinchazo en el brazo, y, al echarle un vistazo, vio que su herida más profunda había terminado de cerrarse del todo.

—No tienes pinta de querer estar en este lugar— opinó Freya evaluándose la piel, viendo que no quedaban ni siquiera cicatrices.

—Eso no cambia nada. Si tuviera otra opción no estaría aquí.

Entonces la chica recordó las palabras que horas antes su amiga Naila había pronunciado ante un comentario similar al de Sergei:

 —Siempre hay otra opción.

Sergei le dirigió una mirada a la muchacha. Era tan joven y a pesar de ello sabía hablar con objetividad y razonamiento. Aquello le gustó en cierto modo. Allí, en los Seven Hydra, no podía mantener una conversación civilizada e inteligente con ninguno.

Gavrel siempre creía llevar razón en todo, Arkady era demasiado vago y lento como para argumentar nada, Juri tenía la inteligencia bastante limitada, los gemelos aún eran demasiado jóvenes y Helina… ¿Acaso alguna vez llegó a escucharla hablar?

—¿Tú también estás aquí por accidente?— cuestionó la chica, pensando que tal vez la historia de Sergei podría asemejarse a la de Dimitri y Feliks.

Pero el mago negó con la cabeza.

—Mi historia es muy diferente a todas las de los Seven Hydra. Y como un integrante más, tengo mi propia mancha.

—Como antes dije, no pareces un mal tipo.

—En ocasiones las apariencias engañan.

—Sabemos que no has tenido nada que ver con los asesinatos de los lirios de Ostara. En cierto modo, eres inocente.

Sergei suspiró y apoyó la cabeza contra la pared. Tenía las rodillas plegadas y los codos sobre estas mientras se agarraba las manos.

—Mi vida no comenzó cuando me uní a esta secta.

Aquello confundió a Freya.

—¿Qué quieres decir?

—He hecho… Cosas. Terribles.

—Como… ¿qué?

—Mis manos están manchadas de sangre, Freya. He matado a personas. Yo también soy un asesino.

La chica miró a Sergei con los ojos como platos. ¿Qué significaba aquello exactamente? ¿Era cierto que aquel tipo que tenía a su lado era realmente un asesino bajo una máscara cándida de serenidad y paz interior? ¿Era todo aquello solo una fachada?

Cuando este vio la expresión de horror de Freya, sintió por un momento que debía explicarse en aquello.

—Hace algún tiempo ya, yo pertenecía a las fuerzas militares del Consejo Mágico: Los caballeros de la Runa. Durante dos años aquel trabajo era mi vida. Por aquel entonces había una chica, una camarera de la que estaba enamorado. Erica. A la cual iba a visitar cada noche antes de que cerrara el bar. Pero una noche, tres borrachos trataron de atacarla. Yo lo vi, y claramente traté de protegerla. Ellos solo eran tres pobres civiles con ganas de bronca. Debí ser más listo, pero cuando uno de ellos le rajó el vestido mi poder se descontroló. Los tres murieron.

Sergei relataba su historia con la mirada perdida y algo de dolor en sus palabras. No podía apartar de su cabeza la imagen de Erica. Su perfecto rostro, sus cabellos rojo carmesí a la altura de los hombros, y aquellos grandes ojos castaños.

—Fui sentenciado a veinte años de cárcel, pero me soltaron al sexto por buena conducta.

—¿Te arrepientes?

—Cada día de mi vida. Cuando salí decidí aliarme a este grupo espiritual, puesto que su lema “pureza” era lo que necesitaba precisamente mi alma manchada de sangre. Pero hasta esta mañana no llegué a saber que aquel lema iba encaminado hacia otra cosa.

Freya asintió. Le había ocurrido exactamente lo mismo que a los gemelos. Habían actuado bajo las órdenes de Gavrel sin preguntarse un por qué que los pudiera perjudicar aún más.

—¿Por qué te aliaste a los Seven Hydra?

—Gavrel así lo quiso.

—Pudiste marcharte.

—No tengo a donde ir. Soy un ex convicto. Un asesino. No hay sitio para mí en este mundo.

Freya lo miró con lástima. Ya se conocían de las historias de los integrantes de los Seven Hydra, y ninguno de ellos parecía estar actuando por mero egoísmo. Habían sufrido, y el dolor cambia a la gente. Eso era lo único claro en toda aquella historia. Pero ya nadie les quitaba aquel sufrimiento pasado de encima.

Si permanecían en aquel gremio era por miedo a Gavrel, y porque no tenían ningún otro lugar mejor al que marcharse. Si allí tenían un techo, comida y agua, ¿quién se marcharía de allí solo porque Gavrel les diese órdenes? Ellos tres no sabían que se estaban cometiendo asesinatos de ningún tipo. El problema era lo que harían a partir de entonces, ahora que ya sabían la secreto tras la sombra de Gavrel.

Sergei volvió a suspirar y se levantó del lado de Freya. Esta lo siguió con la mirada.

—Sergei, quiero que sepas— dijo Freya con tono sereno—, que tú ya cumpliste condena. Fue un accidente, no eres ningún asesino.

—Eso es lo que trato de decirme yo cada noche. Me lo repito una y otra vez, pero soy incapaz de creérmelo.

La chica agachó la mirada. Parecía que el verdugo de aquel joven no era otro que él mismo. La justicia había actuado, pero en seis años no había sido capaz de perdonarse.

—Deberías descansar— opinó Sergei mientras volvía a apoyarse contra la puerta de la celda de brazos cruzados y mirando hacia la ventana—. Mañana… Os espera lo peor.

 

***

 

Gavrel se encontraba junto a la ventana de su cuarto a oscuras, mirando a través de ella, y pensando en lo acontecido. Aquel día había sido realmente largo, pero estaba a punto de conseguir lo que quería. Si su semilla germinaba, al día siguiente las magas cantarían como golondrinas por las mañanas.

De repente sintió una presencia justo a su espalda. Creyó que estaba solo, pero parecía ser que aquella persona llevaba allí en pie más tiempo del que Gavrel intuyó. No la escuchó llegar, ni la puerta al abrirse, ni sus pasos. Nada. Así era ella. Silenciosa. Terroríficamente silenciosa.

—¿Un día duro?— cuestionó a su espalda la voz de aquella figura.

—¿Dónde te habías metido?

—Solo he hecho lo que tú me dijiste.

—¿Dónde te habías metido?— repitió Gavrel dándose la vuelta.

En ese instante pudo verla clara frente a él. La luz de la luna le iluminaba su pálido rostro, y le daba un tono azulado mortecino. Su largo cabello rubio adquiría un tono pajizo con aquella luz. Llevaba flequillo recto, y aquella sombra de ojos negra que remarcaba más su iris cian. Era bajita y muy delgada, tenía los pechos pequeños a pesar de que ya cumplió los diecisiete años.

La chica se cruzó de brazos.

—Estaba enterrando el cuerpo de Lander, junto al de su padre, tal y como me ordenaste.

Este asintió con la cabeza, satisfecho por su respuesta. Sí, en efecto, le mandó a la chica que le diese una sepultura digna a Lander. Él no había querido aquello. Lander no tenía que morir. Pero Arkady era imbécil y entendía lo que le daba la gana. Por eso cuando le dijo: “encárgate de él”, lo comprendió como quiso y omitió totalmente el: “no quiero muertes”, que Gavrel le ordenó instantes antes.

De ese modo, enterrándolo junto a su padre, se sentía un poco mejor por la injusta muerte de aquel hombre por culpa de uno de sus súbditos.

—Bien… Bien.

—¿Qué haremos con las chicas, Gavrel-sama?

—Hablarán.

—¿Y si no?

—Habrá que preparar ‘Cannon’.

—Morirán electrocutadas.

—Claro que no— esbozó una sonrisa el joven. Vio que la chica alzaba una ceja y apartaba la mirada de él. Parecía indignada—. ¿Estás celosa, Heli?

La chica soltó un resoplido que denotaba enfado. Gavrel le dedicó la mejor de sus seductoras sonrisas, y se aproximó hacia ella con pasos lentos. Agarró a la chica de la cintura, y la atrajo con violencia hacia sí.

—Sabes que no soy hombre de una sola mujer.

—No parecías tan insatisfecho estas dos últimas semanas sin la guarra de Leena.

—No hables así de ella, era tu hermana.

—Está mejor muerta.

Helina pasó un dedo por el pecho de Gavrel y lo miró directamente a los ojos con una sonrisita pícara.

—Con lo bien que estaríamos tú y yo solos…

—Ya hablamos sobre lo de fugarnos. Es una pésima idea. Sabes que los necesito a todos.

—¿También a las zorras de las nuevas?

—Pronto serán tus hermanas.

—Deberías tener cuidado con la gente que metes en todo esto Gavrel. Te acabarán traicionando, y no quiero que después vengas a llorarme a mí.

El aludido soltó una risotada, pero vio que Helina no se estaba riendo. A ella, aquel tema le preocupaba verdaderamente.

—Los gemelos están controlados— informó el mago.

—No hablo de ellos. Sabes que hay alguien que duda de todo esto incluso por encima de esos dos niñatos pajilleros.

Gavrel se apartó de la chica. Su rostro cambió por completo a una mueca de seriedad. Le dio la espalda, y volvió a acercarse hasta la ventana.

—No te preocupes más, Heli. Sé que tienes razón. Mañana mismo lo mataré.

La chica se acercó por su espalda y se abrazó a su cintura. Este ni se inmutó.

—Mañana mataré a mi padre.

Sí joder salseo! SALSEOOOOO!!!!!!

Lo primero de todo antes de que se me olvide! Cuando penséis en los Seven Hydra, acordáos del "asdfghjkl" ¿que por qué?, mirad:

Arkady
Sergei
Dimitri
Feliks
Gavrel
Helina
Juri
Katya
Leena

Ea, misterio desvelado XD

Otra cosa más. Lo del nombre de Katya, es totalmente cierto, significa en ruso "puro" y me ha venido que ni al pelo XD Juro que no estaba para nada planeado, pero oye, los astros me quieren y se han puesto de acuerdo para hacer de mi historia un complot XDDD

Y bueno, creo que ya está :D
Espero que lo disfrutéis y, como siempre, cualquier duda solo comentad ^^

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:pointl: Capítulo 1

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Naila Gallagher, Seven Hydra (c) FlyingDragon04
Joyce Kent (c) Jusace
Freya Dreyar (c) FreyaDreyar
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Comments2
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Jusace's avatar

Aquí estoy de nuevo XD Y empiezo diciendo que me pone el titulo XDDDDDDD El otro tambien quedaba bien, pero como metiste tambien la historia de Sergei, el otro titulo se centraba demasiado quizas en Gavrel, sin embargo, este, me gusta mas, tiene pinta de pornoso, y hace referencia mas global a lo que sienten las chicas y posiblemente pasara en un futuro.

Gavrel mirando a Joyce, Woooooohhh… en serio es tan condenadamente vulnerable!? XDDDDD pero tias, Joyce parece mas un putno debil para Naila y Freya que una ayuda TWT Pero tia, Gavrel es un putisimo stalker XDDDDD Solo le falta violarlas XD Contra la pared y bien duro :heart: Lo siento pero es que este tio me hace sacar mi lado pervertido XD

Cuando Freya le suelta “muerete” miles de aplausos han resonado por mi cabeza XDDD otra frase mítica, en serio :heart: y cuado se mete con ellas, me gusta cuando se pica especialmente con Naila y su “No magia” y “Anubis” la reacción de Naila me encantó.

Y con Joyce :heart: OMG!!!!!! HIJO PUTA!!!! Que te le insinues vale proque Loke te apaleara mientras yo babeo masivamente pero que te rias de us raices me toca mucho los cojones, es una niña de campo, Y QUE COÑO!!!!!????? Que eres como Kate que te da vergüenza el campo o que mamon!? Jo PUTA!!!! Por cierto, me mata cuando la llama princesa :heart: XD es como Gray XD Y me la pone roja, Joyce, al fin recibes un cumplido de un desconocido que a tu dueña le pone mazo :heart: Sientete orgullosa.

Por cierto, aparte de inocente, vulnerable y debilucha, la tia tiene una potraca que lo estoy flipando por momentos, que Gavrel el acaríciale pomulo y e retira un mechon de pelo!? Y en Keylhos otro le hace lo mismo!!! XDDDDD Tia tienes camaras por mi casa y me espias cuando escribo!? XDDDDD

POR CIERTO!!! Me has acojonado, completamente, cuando se acuerda del nombre de Mika, mira, pensaba que me moría ahí mismo, el que nunca tendrá influencia en su vida XDDDDDD el puñetero chico que le robo el corazón a su hermana XDDDDDDD QUE VA, eso no es tener influencia XD pero me has dejado a huevo una pequeña costia :heart: muchas gracias. Encima se encara a Gavrel y le miente!!! YOU RULES JOYCE!!!! :heart: y la reacción de este me encanta, sacando su puta mala ostia, OH MY GOD :heart:

FREYA!!!! Gavrel hijodeputa XDDDDDDD Dios!!!! :heart: eso me hamacado de risa XDDDDD como me mola, en serio, me mola mazaco como torean a Gavrel, de verdad de la buena :heart: Y me encanta su argumentación, la dualidad, eso es algo tan subjetivo… lo estuve hablando con mi hermana el fin de pasado XD En serio, tienes camaras en mi casa? XD Peor su historia es jodidisima, muchisimo, Katya… realmente es muy jodido lo que pasa, y me ha dejado con un mal cuerpo de espanto… la verdad, visto así, hasta entiendo a Gavrel, su semilla me ha infectado :heart:

Y ahora me toca hablar de mi querido Sergei, me cago en todo, es un puto amor, me pensaba que era mas cabron, mas hijo puta, pero tia, sus sentimientos son tan jodidamente contradictorios… que me dan ganas de sentarme a hablar con él y decirle las cosas claramente XDDD Es tan sersy… y tan diferente a Gavrel… de Gavrel me pone su chuleria, su superioridad y su dominación, pero de Sergei me flipa cacho su tranquilidad, ese carácter calmado y ligeramente pasivo, con una moradlidad hacia el bien, se me hace un galán, todo lo contrario a Gavrel, este, Sergei, me inspira fidelidad y paz, y eso que es malo XD Al menos de momento porque se que me lo vas a salvar, a que si? :heart: O como te dije, son las ganas que tengo yo de que lo salves XD Y era caballero como Makotin!!!! :heart:

Odio a Helina como una mala cosa, me da asco, es una puta asquerosa que como nos pille a las Navels las mata, no la quiero cerca, en serio, no me gusta nada de nada XDDD Y encima, Gavrel matara a su padre? FUCK!?

YOUR FUCKING MOTHER Hija de puta!!! QUE COÑO HAS HECHO CON FELIPE!!!!!???? Puta zorra!!!! Te cortaba las tetas te rajaba el coño mas todavía y luego te reventaba la cabeza!!!! A Felipe no se toca!!!!! NO!!! No se merece que tus putas sucias manos lo toquen!!!! PUTA!!!!

Quiero saber que coño va a pasar con Cannon :heart: Te has portado y has sido buena, pero no puedo esperar al jueves que viene TWT como Juri, quiero mas droga!! XDDDDDD :heart: